jueves, 17 de febrero de 2011

Crónica del show loopoético en el Freedonia,10 de febrero de 2011











Si algo nos gusta en Loopoesia es la capacidad que tiene el proyecto de transformarse y cambiar. Este año nuestra apuesta se centra ne ofrecer un espectáculo completamente diferente. En otros tiempos ofrecimos nuevos poemarios. Eran nuestra novedad, como si el cambio de dígito en el calendario fuera la oportunidad para presentar un disco diferente. En noviembre de 2010 preparamos la metamorfosis arriesgando con la misa loopoética, un show totalmente distinto a lo visto anteriormente, tanto por estructura como por contenido. Las performances de nuestro bienio inicial se modificaban con facilidad manteniendo una esencia escénica y, si me apuran, de objetos representativos, por lo que urgía revolucionarnos.



En verano empezamos a pensar el nuevo tema. La primera idea fue escribir una suite que viajara en metro y enlazara los versos con las estaciones. Sin embargo, la mente pedía otra cosa. El negro de Banyoles era uno de nuestros iconos, y claro, ya se sabe que el roce hace el cariño. Jordi Corominas se empapó de su historia, contagió a Laura Fillola y desde ése instante todo fue ponerse manos a la obra, documentarse, contrastar e imaginar una suite loopoética que contará con pelos y señales las vivencias del pobre bosquimano disecado que penó más de 170 años hasta reposar en un sepulcro que los jóvenes de Gaborone (Botswana) usan como corner para jugar al fútbol. Los símbolos desaparecen y la velocidad del balón monetario, sueño de fuga, se impone.




Corominas se reunió con Jean Martin du Bruit en enero de 2011 tras culminar el poemario. El enmascarado se juntó con Lola Farigola y esperaron acontecimientos. El anónimo toledano estaba desaparecido, por lo que Du Bruit compuso la música que acompaña a los poemas. El negro es llamado eufemísticamente hombre de color. Pues bien. Policromía. Maniquíes, demasiado caros. Los homínidos son cerdos que tratan a otros como gorrinos. Imágenes naranjas, verdes, amarillas, no en plan pastillas, sino como reclamo escénico metafórico. Un esqueleto colgando. Proyecciones. Un balón de fútbol. Un monopatín. Confeti. Una muñeca rubia alienizada. Paraguas. Un corazón rojo pasión. Elementos para despertar al respetable y permitirle, con 347 imágenes proyectadas que siguen el ritmo discursivo del poemario, sumergirse en una atmósfera desconocida. Sabemos poco del negro, y por eso es grato recordar que muchos espectadores nos agradecieron haber montado una performance donde gestos, bailes y versos acompañan al espectador en un universo que trasciende el racismo y exhibe necedades, evoluciones históricos, inmovilismos crónicos y la constatación de la estupidez occidental, desde el concepto de inferioridad hasta la hipocresía final moldeada a base de simbolismos político-sociales.





El debut en el Freedonia: antes del show



Estábamos nerviosos. Montamos todo con esmero, probamos el sonido, importantísimo al ser inédito porque ignorábamos su efecto en el escenario, y salimos a tomar unas cervezas. Free Fall Man nos precedió con su rock bluesero, agitando mientras la sala esperaba llenarse. Era jueves. El Freedonia tiene un local para actuaciones increíble y Coke es un crack. Abrimos taquilla. La música sonaba. Iba llegando gente, 40 dentro, 20 fuera, esperando quien sabe qué. Jean Martin, nervioso, vio que un nutrido grupo iba a colarse cuando cerrara la billetería y estalló. No es bonito acceder al espectáculo en el momento en que no se cobra, es oportunista y una evidente falta de respeto a los que ya han pagado. También para los otros grupos. Esta falta imperdonable, son cosas que uno se guarda y no debe mencionar así con personas ansiosas por divertirse, aumentó los decibelios. Jean, enmascarado pero con un traje negro combinado con camisa amarilla, distendió el ambiente durante cinco acelerados minutos, se calmó entrando en calor y procedió al ritual de pedir silencio para anunciar el inminente estallido de los fuegos.






El show: El negro de Banyoles in the sky with Diamonds

¡,3,4,2,4,3,2,4,1,2,4,3,1! BOOM! Una explosión sacudió la sala. Lola Farigola transportaba los objetos loopoéticos de 2011 mientras la música iba de Iker Jiménez pronunciando crispado el nombre del protagonista de la velada y la voz grabada de Jean, con la melodía del equipo A de fondo, advertía de lo que se avecinaba. Cerdos, monopatines, balones, bailes, delirios. Cinco minutos, un poema del negro en Frankfurt, Cola-cao y adiós introducciones. Jean fue al micro, Lola se relajó, se produjo una minúscula pausa y sorpresa. El enmascarado dejó de serlo alegando que habíha venido para hablar de un hombre maltrato por esos hombres, y por eso debía ponerse a la altura y comentar sin intermediaciones que ocultaran. Situó al respetable en 1830, contó las teorías sobre el robo del cadáver del bosquimano, narró el proceso de embalsamación, la corrupción del cuerpo- la columna de alambre, el torso embetunado y rellenado con serrín, los ojos de vidrio- y el tránsito hacia su futura aventura marítima camino de Francia. Se retiró del micro e irrumpió Farigola, soberbia como siempre, dinámica y entusiasmada al tener, la gente te sentó, mucho espacio para moverse. De África pasamos a París, de París a Barcelona. La estructura está meditada para que el público entre en la historia mediante la síntesis de las explicaciones que dan paso a los poemas grabados que danza Farigola interpretando con sus gestos el sentimiento que impregna la historia en cada punto tratado. La continuidad sale natural y el refuerzo escénico, desde el confeti de la expo universal de 1888 hasta el monopatín del viaje de retorno, catapulta el show hacia un no parar más pausado pese a su velocidad. El único gran error del primer día de la nueva performance fue el excesivo dispararse de Jean Martin. Seguramente, podemos estresar, los asistentes hubiesen agradecido un paréntesis entre tanta energía. Tomamos nota, porque así también favoreceremos la concentración. Queremos risas, aunque sobre todo queremos que quien venga piense a través de nuestra mezcla entre poesía, danza, música, teatro y audiovisual, que las ideas exprimidas floten en su cabeza para formular preguntas y desear asimilar lo visto, bien sea repitiendo la experiencia, bien cuestionándose detalles más allá de lo casual.






Íbamos como la seda, la melodía funcionaba y aún faltaban los platos fuertes. Podéis observar que no estamos desvelando tampoco mucho. Si lees esto y nos viste comenta aquí tus recuerdos. Se agradecerá. Nosotros los tenemos, pero estábamos obsesionados por el cumplimiento de la estructura, la cuadratura del círculo en el debut. La primera parte es tranquila e intensa, no puede ser de otro modo. El negro malvive en una vitrina de Banyoles durante 76 años. Su raza progresa mientras permanece enclaustrado para que turistas y niños visiten su estampa. Stockhausen, Shining, la Internacional. Siglo XX. Llegan las Olimpiadas del 92 y su destino atisba despedida. Un camión de mercancías quiere depositar su pantomima en el aeropuerto antes de su envío a Botswana. Hay un accidente. Veneeciaaaaaaaaaaa. Desquicio.








Bajan al metro, donde un retrasado mental, miedo a lo exótico en versión posmoderna, aterroriza a los concurrentes con una frase. Tú eres Cristina. Único amor en su vida, tragedia de la minucia. La música vira, se rebela y refleja el viaje interior del chico. El negro calla un momento y en el check in reza para que aparezca su novia, la moreneta. Ambos se encuentran para darse un último beso, les precede Pimpinela, les acompaña Love story. El vuelo parte y una pregunta surca la superficie. ¿Cómo es que había más monjas que negros? La infancia y ése país atrasado con resaca franquista. El bucle aspira a que participéis relatando en vivo vuestra pérdida de virginidad visual en la España de charanga y pandereta que guió nuestro crecimiento. Esta vez nadie se atrevió y marcamos el ritmo con Thriller hasta llegar al retorno del negro y la falsedad de tanto honor cuando deportan a los de su tribu porque residen en reservas repletas de diamante. Hitler+Marylin y la conclusión, otros cinco minutos muy futbolísticos del que no desvelaremos nada. Pasaros por Loopoesia, escuchad la mezcla, dejaros seducir por el baile de Lola Farigola y el púlpito cercano de Jean Martin. El negro os quiere. Somos amor.

Agradacimientos infinitos a Juanma Vive por sus maravillosas fotos.





El próximo show loopoético se celebrará en el Bar Macondo el sábado 26 febrero a las 22 horas. Gratis. Sed puntualesJ)




Loopoesia es amor

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