lunes, 25 de enero de 2010

Crónica del show Loopoético del 23 de enero



El primer show del año: Loopoesia en La Cova de les Cultures, 23 de enero de 2010

Nunca antes salí tan convencido a un escenario, tan seguro de poder explotar novedades. Al mismo tiempo desconfiaba de los incidentes y el movimiento. Tomé la decisión el viernes por la noche y era complicado: saldría al ruedo sin mi libreta automática donde escribo la poesía que sale en ese momento. Lo hice porque la inclusión de las proyecciones genera otra dimensión visual del espectáculo, exigiendo mucho al público, atento simultáneamente a mis movimientos, las imágenes, las suites poéticas musicalizadas y lo imprevisible que siempre surge. Ahorrándome la libreta y usando la voz para recitar de golpe se gana en efecto escénico y se complica mi existencia, porque el tiempo que antes invertía en escribir con el bolígrafo ahora lo invierto en transmitir sensaciones con mi cuerpo, y como es comprensible ello requiere esfuerzo y práctica.

Entonamos la oración loopoética, me divertí metiéndole variaciones y el Anónimo dio el pistoletazo de salida. Me aparté y cuando sonó Michael Jackson aceleré hacia mi puesto. Grité Carmen después de Pedro, porque en el plus pasaban un documental de Penélope Cruz. Al terminar el show constaté, me di cuenta en el interludio, que en esta ocasión menté poco a Carmen y a Isabel, y ello puede ser porque en 2010 tendrán mucha menos importancia. El proyecto ha madurado y necesita nuevas musas como ya mostramos el sábado entre Enriqueta Martí, el negre de Banyoles y Pericles. Por otra parte supongo que estaba muy concentrado en soltar palabros desde la máscara y eso hizo que me olvidara de mis queridos fetiches loopoéticos. Todo pasó volando. El micro se movía, jugaba con él, el auditorio reía y resulta que era por la mezcla entre proyecciones, vocablos, situaciones y combinaciones músico-poéticas. Sonó el Station break, el momento decisivo de la irrupción bailona. Presenté a Lola Farigola, sonaron rabiosos aplausos, respiramos y accionamos el ritual, largamente ensayado el viernes. Mi rechazo se corrige con la seducción. Ejecutamos un paso, la cogí, dimos una vuelta y entonces me dio un ataque epiléptico del que salí muy satisfecho. Adopté postura fetal y me sacaron de la tarima, yendo directamente detrás de la cortina, donde previamente habíamos instalado un micro. Me quité la máscara, da un calor que no veas, e inicié la lectura de un dinner en enfer, una pesadilla surrealista que alterné con otros versos de nuevo cuño. Me alegraba mientras recitaba porque el sonido iba a la perfección y era consciente del efecto creado por la ultratumba lírica. Lola enamoraba y su esfuerzo con música, imágenes y palabras surgidas de una aparente nada cumplió su cometido. Mean Mister Mustard y su irritad bajo propiciaron mi retorno. Agarré el micro, canté la canción y al llegar Polythene Pam me agaché para que Lola pasara su pierna por encima de la cabeza. Bingo. Me sentía seguro. Cuando todo avanza pierdo el miedo. Bach electrizó. Cogí la cruz cristiana de la Vaca Jacinta, recé y preparé mis energias para las nocheviejas. Locura, carreras, espontaneidad auténtica. Me preocupaba la decapitación de la muñeca fascista y hallé un recurso para darle un toque diferente. Una mesa permitía que me parapetara en la pantalla de las proyecciones. Mi larga sombra con el tridente y la testa de plástico dieron el penúltimo punto justo. Recité los últimos acordes de las nocheviejas, civilización y frío industrial, hice una genuflexión y sentí, helado de emoción, una de las más largas ovaciones que nos han brindado. El espectáculo terminó con el respetable coreando el nombre de Pericles. Sí, Loopoesia es amor.


Madrid, llegamos en diez días y queremos arrasar. Estas semanas previas dedicaremos especial atención a nuestro aterrizaje con un especial que incluirá entrevistas radiofónicas, artículos periodísticos y exclusivas presentaciones en Blogs y revistas literarias.

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